El Museo es la obra arquitectónica más importante de Diego Rivera, quien lo concibió como una Ciudad de las Artes para su colección de arte prehispánico. Siguiendo esta concepción, el Museo es un espacio de confluencia artística donde conviven arquitectura, escultura, pintura, danza, música, teatro, artesanía con el entorno natural. Cuenta con visitas guiadas en español e inglés disponibles con previa reserva. Además de actividades recreativas y culturales, realiza una visita dramatizada, cada quince días (los domingos), al Espacio Ecológico; los fines de semana cuenta con servicio de transporte Fridabús desde el Museo Frida Kahlo.

Crédito fotográfico: Bob Schalkwijk

Durante el proceso de diseño del Museo Anahuacalli, Diego Rivera se inspiró en el famoso arquitecto Frank Lloyd Wright y, sobre todo, en las culturas prehispánicas. De estas últimas, rescataba y valoraba las formas originarias y el respeto de la conformación del paisaje natural. La plaza central del Anahuacalli se ideó como un teatro al aire libre que da acceso a una pinacoteca, a una galería y al propio Museo; mientras, una reserva ecológica circunda este conjunto formando, a su vez, parte esencial del mismo. El sueño de Diego Rivera era crear una Ciudad de las Artes.

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El inmueble del Museo está construido con piedra volcánica; es una amalgama de estilos, calificadas por el propio Diego Rivera como “tradicionales Mexica, Maya y Rivera”. Fue concebido como un Teocalli (casa de energía o casa del agua). Sus esquinas están dedicadas a cada uno de los elementos de la naturaleza: a Tlalli (tierra), a Tláloc (agua), a Ehécatl Quetzalcóatl (viento) y a Huehuetéotl (fuego). En su interior, el Museo posee veintitrés salas que exhiben la colección que tanto fascinó a Diego y a los jóvenes artistas de principios del siglo XX. El Museo combina el arte prehispánico con el arte contemporáneo.

Crédito fotográfico: Bob Schalkwijk

“La atmósfera de este museo, creado por su genial donador, no tiene igual en el mundo entero. Su alta espiritualidad y su belleza hacen del Anahuacalli un museo inolvidable... El esfuerzo personal, el genio artístico del coleccionista y su conmovedora generosidad, se reúnen en este museo de manera monumental.” (Carlos Pellicer, escritor, poeta y museógrafo mexicano).

Crédito fotográfico: Bob Schalkwijk

La mayoría de los techos del Anahuacalli son plafones que ilustran figuras de inspiración prehispánica diseñadas por Diego Rivera, aunque sólo el primer piso fue realizado por él. Rivera y el gran arquitecto Juan O´Gorman experimentaron con esta técnica para realizar mosaicos de piedra en blanco y negro. Más adelante, lograron originales y atractivos resultados aplicando colores en losas de concreto armado; todo ello puede admirarse también en el Teatro de los Insurgentes de Diego Rivera y en la fachada de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, realizada por Juan O´Gorman.

Crédito fotográfico: Bob Schalkwijk

Durante su estancia en Europa, Diego Rivera conoció la obra de Paul Cézanne, Georges Braque, Juan Gris, y fue amigo de Pablo Picasso y Amadeo Modigliani, que lo llevaron al cubismo y a retomar obras y expresiones de arte originario, algo que se refleja bien en el Museo. Rivera tenía especial afición por piezas del occidente de México; varias de ellas representan actitudes y movimientos delicados, sensuales y atractivos del cuerpo humano; muchas de ellas están representadas en su obra mural y de caballete, asimismo en obras de Frida Kahlo.

Crédito fotográfico: Bob Schalkwijk

Desde los años treinta, Diego Rivera era ya considerado unos de los artistas plásticos más notables de México y del mundo. En paralelo, corría su prestigio como coleccionista de arqueología prehispánica. Intelectuales, estudiosos y aficionados hablaban o escribían acerca de la obra pictórica de Rivera y no pocos autores se ocupaban de la impresionante colección que testimoniaba su gran afición por las culturas antiguas que habían florecido en su país y que reflejan la influencia del ambiente artístico europeo de rescatar las formas de las culturas y estética originales.

Crédito fotográfico: Bob Schalkwijk