El museo Casa de Allende es una residencia novohispana de la segunda mitad del siglo XVIII, alberga la casa que perteneció a la familia de Ignacio de Allende y Unzaga, principal promotor de la Independencia de México. La casa fue construida por los años de 1769, es una residencia habitacional en donde vemos una mezcla muy bien lograda de dos estilos: el barroco y el neoclásico, elementos que se destacan principalmente en su fachada y en la arquería del patio principal.

Durante la independencia la casa fue saqueada y posteriormente confiscada por el gobierno virreinal, tiempo después se le regresa a la familia Allende. La casa se vendió y fue adquirida por varias familias hasta que, la familia Vega, se la vende al gobierno del estado de Guanajuato quien la cede al INAH para convertirla en un Museo.

El museo cuenta con 20 salas. Se inicia en la planta baja con una breve crónica de la villa de San Miguel el Grande durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Se expone la ambientación de una pulpería, que es el nombre con el que se conocía a las tiendas hace dos siglos, al igual que la Botica del Sagrado Corazón, farmacia que permaneció en ese mismo lugar hasta 1979.

Pulpería

 Las pulperías eran establecimientos comerciales donde se vendían los productos de las haciendas, ranchos y molinos de la familia.

Generalmente se ubicaban en las habitaciones o “accesorias” en la planta baja de las residencias, con entrada desde la calle.

La oferta de una pulpería era muy amplia. Ahí se conseguían desde artículos para el vestido, como botones, hilos, géneros y listones, hasta alimentos como arroz, maíz, harina, chile, huevo, sal, pimienta piloncillo y miel. También se vendían productos para el hogar y utensilios diversos, entre velas, jarras, jergas, cazos, cucharones, botijuelas o palanganas. También abastecían a los vecinos de herramientas de hierro como machetes, cuchillos y navajas.

En las cocinas novohispanas había morteros de mármol, piedra o cobre para moler los condimentos y las especias con las que se preparaban las salsas y vinagretas. Había también, cazos y cazuelas de barro, cobre o hierro, ollas y pucheros. Una cocina bien provista debía tener molinillos para batir el chocolate, coladores, cedazos, ralladores, cuencos para escurrir, cucharas de madera, cucharones y cuchillos bien afilados para cortar las carnes; el asador, las tenazas, la hachuela para partir el ocote y la pala para sacar las cenizas. También encontramos en estas cocinas utensilios indígenas como metates, molcajetes, jícaras, aventadores, etc.

La vida de las casas virreinales empezaba en la cocina. Durante el día había que dar de comer y beber a un gran número de hombres, mujeres y niños que vivían bajo el mismo techo.

Sala del Estrado

Era la habitación más lujosa, donde se recibía y halagaba a las visitas más ilustres. “Este espacio tomó su nombre por las tarimas de madera [o estrados] que se colocaban sobre el piso”, cubiertas de alfombras donde se disponían cojines y taburetes para las señoras y sillas y canapés para los señores. El biombo, llamado “rodaestrado”, delimitaba el espacio, protegía contra las corrientes y servía como telón de fondo.

Recámara de la Señora

En estos dormitorios había camas de madera pintadas, cubiertas seguramente con las colchas que se fabricaban en la misma Villa de San Miguel El Grande, cómodas, escribanías, roperos y baúles; que se complementaban con esculturas de marfil, cera y estofado, así como relojes de mesa, tibores y objetos de uso personal.

Retrato de Ignacio Allende,

óleo/tela

Colección Museo Histórico de San Miguel de Allende

Botica del Sagrado Corazón

Siglo XIX